martes, 1 de noviembre de 2011

¡DEJAD QUE EL PUEBLO HABLE!

Hoy recibíamos la primera noticia sobre la crisis (concretamente sobre Grecia) que parecía, a priori, sensata, justa y democrática: Papandreu aseguraba que convocará un referéndum andes de aceptar el segundo rescate para Grecia. Lógico y normal.

Pero enseguida se han ido sucediendo los comentarios a dicha noticia, las declaraciones de líderes europeos y, por supuesto, también de los españoles. A todos les parecía una noticia pésima. Presiones, como enunciaban algunos titulares de periódicos digitales, para que Papandreu reculase llegaban desde Francia y Alemania (con sus-nuestros líderes Sarkozy y Merkel). Según los principales mandatarios europeos, un retraso en la puesta en marcha de este rescate traerá funestas consecuencias. Siendo irónico, parece ser que con el rescate los griegos, y el resto de Europa, podrán vivir en la abundancia y el lujo en una orgía de crecimiento continuo y sin fin.

Mientras en España José Blanco (portavoz del gobierno del PSOE) ha mostrado su desacuerdo con la decisión y habla de “mala noticia para España y para Europa”. El propio Rubalcaba, candidato a presidente del gobierno, comenta que es “una mala decisión”. ¿Preguntar al pueblo es una mala decisión?

Rubalcaba vuelve a dar uno de los cien portazos a las tesis de los indignados, que cada vez somos más en esta sociedad, que infringe por cada guiño que les dedica. Pero ¿cómo va a ser una mala noticia que el pueblo decida qué quiere? Seamos serios.

La decisión de Papandreu, sin entrar a valorar qué le lleva a este giro radical y en este momento concreto, no es una mala noticia sino que es la primera buena noticia en mucho tiempo. Además esto debería ser la obligación de los gobiernos ante situaciones como las actuales. De otra manera los Estados perderán totalmente su autonomía, o lo que quede de ella, entregando el poder democrático del pueblo a una suerte de tecnócratas que, aseguran, saben lo que tienen que hacer.

Entiendo que puede dar cierto temor a los líderes nacionales actuales que lo sucedido en Grecia se extendiera. Se me ocurre, sin usar mucho la memoria, que nos podrían haber preguntado si queríamos modificar nuestra Constitución para ponerla al servicio de los mercados. No lo hicieron.

No sabemos si el referéndum en Grecia llegará a convocarse o, probablemente, no. Hemos ido viendo como las presiones iban en aumento y el propio presidente perdía a alguna diputada, en este caso, de su grupo (Milena Apostolaki). Es probable que asistamos a escenas tan dantescas como las protagonizadas en la Asamblea de Madrid con el “tamayazo”.

En definitiva, debemos exigir a nuestros políticos que nos representen pero que esta representación esté vinculada, como con un cordón umbilical, a los sentimientos y deseos del pueblo al que representan. La democracia exige, en suma, que el representante electo represente al pueblo y no a otros poderes, sin olvidar que se debe a los ciudadanos, gobernando con ellos y para ellos. En conclusión ¡dejad que el pueblo hable!

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